Todos los días recorre las calles una y otra vez como si sus pisadas se hubiesen perdido. Los 60 años que aún no aparenta se reflejan en cada grito que sin pensar deja en las calles que transita. Es un hombre de estatura baja y de piel blanca, con facciones muy similares a "Popeye el marino", dicen algunos habitantes del barrio. En su cabeza ya no hay cabello y su caminar lento y sus arrugas hacen cada día más notoria su vejez.
Vive en el barrio Calarcá hace más de 30 años. Sus vecinos cuentan que a las 6 de la mañana sale de casa acompañado de un bastón y una bolsa para recoger cuanta basura encuentra.
De su familia no se sabe nada. Lo poco que cuentan, lo hacen terceros como don Jaime el dueño de la tienda o Gloria que lleva vendiendo arepas sobre la Avenida Tobogán más de 25 años. De él pocos saben, pero mientras muchos se esmeran en inventar historias sobre su vida en el barrio, otros sencillamente afirman conocerlo por su silencio… y es que Popeye no pronuncia palabra con nadie.
Ruby Ibáñez dice que 'Popeye' vino de la Costa huyendo del olvido, producto del abandono de su esposa. Leidy Gardeazabal dice que se perdió de su casa, que se cansó de buscarla y que esta aquí porque es el único sitio de donde no lo sacan. Ricardo Muñoz no se atreve a especular, dicen que esta loco y lo dicen porque canta gritando canciones que solo él entiende. Otros evitan chocarse con 'Popeye' por miedo que en uno de sus ataques repentinos salgan lastimados. Y otros, intentan hablarle por la curiosidad que su apariencia causa ,pero no logran conversación alguna porque el silencio es su única respuesta.
Cuando escucha su apodo, el rostro se le transforma, unas veces acepta ser llamado así cuando de comida se trata, pero otras veces le disgusta ser llamado 'Popoeye' o 'loco' sobre todo cuando pasan los estudiantes en manadas, que lo intentan ridiculizar y hacer enfadar. Él toma su bastón y lo usa como arma para defenderse de cuanto peatón encuentra. Grita que no le gusta que le digan así y después de pelear un rato sigue su camino y sigue con sus canciones.
Pilar Urrea cuida de sus heridas o de sus golpes cuando acude a ella, pues un día llego al hospital San Francisco donde ella antes trabajaba y se conmovió al verlo. "Un hombre a esa edad completamente solo en el mundo, sin vivienda, sin protección, sin amor. Hace tiempo perdí a mi padre y cada vez que veo a 'Popeye' su imagen frágil y al mismo tiempo cómica me lo recuerda" dice Pilar. Desde ese día ella trata de colaborarle en lo que más puede. Lo ve salir en las mañanas. Sabe que 'Popeye no tiene donde dormir y cada noche, alrededor de las diez, le abre la puerta de su antejardín. Sólo con ella medio cruza palabras en un lenguaje que solo los dos entienden. 'Popeye' parece contarle lo que hizo en el día y quejarse lo que para él no fue grato.
Cuando Pilar debe hablar del origen de este hombre, no puede decir mucho. Solo repite lo que el barrio en general cuenta. Lo describe como un hombre misterioso y que a pesar del cariño que le tiene no confía ni en ella misma. Después de conocerlo y en ocasiones contar de su compañía, ignora hasta su nombre, así que prefiere llamarlo abuelo y él le entiende.
Los habitantes del Calarcá lo ven como un hombre vigoroso y pronostican una larga vida para él, su única amiga: Pilar, espera que todos acierten en sus comentarios, entre tanto 'Popeye' solo observa a todos, con su mirada perdida, cantando y recorriendo las calles una y otra vez como si sus pisadas se hubiesen perdido